Este fin de semana, Andrés Manuel López Beltrán “Andy”, el heredero político de López Obrador, fue nombrado secretario de Organización del partido Morena.
Tendrá a su cargo, entre muchas otras cosas, la definición de candidaturas, la estrategia política y el control del padrón de militantes.
No es una tarea nueva para Andy.
Él ha sido operador político de su papá desde hace años.
Fue su emisario con empresarios del más alto nivel, con políticos poderosos y hasta con representantes de gobiernos extranjeros.
Colocó a sus piezas en el gabinete: Dagnino en el SAT, De Botton en Hacienda, Alipi en el IMSS.
E hizo muchos negocios a través de sus amigos de toda la vida, como el tabasqueño Amílcar Olán.
En el Tren Maya, en Dos Bocas, en el Corredor Interoceánico (Transístmico), en el negocio de las medicinas. Andy se volvió una suerte de símbolo de la corrupción y el nepotismo en el gobierno de su papá.
Un ícono del ejercicio monárquico del poder y del tráfico de influencias.
Y siempre fue el proyecto secreto del papá para ocupar la Presidencia de México en el 2030.
Por eso acomodó todas las piezas para alinearle la carrera política a Andy.
“Primero Claudia, él después”, es lo que repiten como mantra.
Lo anhela el presidente, lo quiere el hijo, lo aceptan sus hermanos, lo saben sus cercanos y prácticamente todos los que pesan en el entorno de AMLO lo tienen asumido.
Este párrafo lo publiqué en este mismo espacio el 20 de octubre del 2022.
Ahora queda claro.
Por eso le dejó el partido, por eso su furia incontenible cuando aparecieron las grabaciones que lo exhibían haciendo negocios desde el poder, por eso el ataque personal contra quienes lo revelamos, por eso la investigación de la UIF contra nosotros, por eso el deseo de desaparecer Latinus: Qué mejor respuesta para desestimar los cuestionamientos sobre la corrupción de Andy que si el medio que los reveló ya no existiera.
Todo ha formado parte del mismo manual: Andy 2030.
La secretaria de Gobernación, Luisa Alcalde, en su discurso de aceptación de la dirigencia nacional de Morena, selló con una frase el descaro: “La corrupción no se tolera y se cuenta con mecanismos eficaces para evitarla y castigarla. No hay cabida al nepotismo”.
SACIAMORBOS
¿Quiere cambiarle el nombre a la calle?
¡Buena idea!
Que le ponga Andrés Manuel López Beltrán, ese sí que es un símbolo de la corrupción y los privilegios.
Tiene razón: los vecinos —algunos a quienes considera adversarios, otros a quienes considera amigos y algunos hasta colaboradores— estarían enojadísimos de vivir en una calle con el nombre de un traficante de influencias.»
FUENTE: Loret de Mola / Latinus
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