La guerra entre Israel e Irán ha dejado de moverse en la lógica de las guerras delegacionales. Ha dejado de ser el conflicto de Hamás, o Hezbollah. No es una milicia interpuesta. Dos fuerzas de estado con poder militar real, capacidad tecnológica y redes internacionales se atacan de manera directa. Hay objetivos estratégicos de fondo. La pregunta ya no es si esto escalará, sino hasta dónde.

La advertencia de represalia tras el ataque de Irán a territorio israelí pronto se convirtió en una ofensiva de precisión por parte de Israel, que bombardeó instalaciones nucleares, mató comandantes e hizo un daño considerable a la infraestructura crítica en territorio iraní. La respuesta de Teherán no fue menor, una lluvia de misiles sobre ciudades claves de Israel. Aunado a ello, sobrevuelo de drones y declaraciones beligerantes por parte de ambos bandos. Lo que se viene todavía es incierto.

¿Es este el inicio de una guerra global?

La alarma ha sido disparada por múltiples voces. Desde los pasillos del poder en Ankara y Teherán hasta los más sobrios análisis de institutos occidentales. La posibilidad de una tercera guerra mundial ha dejado de ser una exaltación mediática para instalarse como un escenario posible.

Amir Ali Hajizadeh, comandante del Cuerpo de Guardianes de Irán, ha dicho que un ataque israelí contra su país podría desatar una guerra de gran escala. Desde Turquía, el canciller Hakan Fidan alertó sobre el mismo riesgo si Estados Unidos se involucra abiertamente del lado de Israel. No es retórica sino advertencia de un riesgo calculado. El mensaje busca contener, pero también posicionar.

No son tiempos para que la guerra florezca, el sistema no esta preparado

A diferencia de lo que ocurrió en el no tan lejano siglo XX, hoy no existen bloques ideológicos sólidos ni tratados de defensa colectiva que aseguren respuestas automáticas. Rusia, aún con sus alianzas retóricas con Irán, no ha mostrado disposición real para involucrarse en un conflicto bélico de dimensiones globales.

Estados Unidos está a nada de meterse. Declaraciones recientes del presidente Donald Trump apuntan a una posible intervención, «deberían evacuar Teherán lo antes posible» ha dicho. China ha dicho lo mismo a Israel.

Europa observa a lo lejos, otea el paisaje en un silencio acaso impostado. Francia y Reino Unido han ofrecido asistencia antiaérea limitada a Israel, pero sin comprometer tropas reales, ni mandar señales de entrada total al conflicto. Alemania evita pronunciarse. España mira hacia adentro.

Existe una red de advertencias cruzadas, maniobras diplomáticas silenciosas y una dependencia brutal de la energía que sigue fluyendo desde Oriente Medio hacia Occidente. Esa es la trampa: todos tienen algo qué perder, y es difícil posicionarse dispuesto a arriesgarlo todo, al menos por ahora.

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