El encuentro de la senadora Xóchitl Gálvez con los principales hombres de negocios de Nuevo León del pasado martes fue un cruce de dos percepciones elementales para el transitar electoral. En el aspecto programático (energía, desarrollo, comercio, etc.) la candidata a la presidencia aprobó con creces.

La duda que quedó flotando en la casa del ex banquero Mario Laborín fue de corte agonal y tiene su epicentro en cómo será el desempeño de la senadora en la elección interna. Su triunfo en la instancia de firmas estaba descontado. El reto que viene ahora es de alta complejidad.

Se asume que del total de las firmas de Gálvez hay un elevado porcentaje de adhesiones que fueron espontáneas, no organizadas y, por consecuencia, casi sin chances de localizar para llevar a las casillas a votar en la interna.

Para entender: en la instancia que viene pesan más las firmas de un perdedor de la ya resuelta, como Francisco García Cabeza de Vaca porque si bien sacó menos firmas que Gálvez, buena parte de las que reunió el ex gobernador de Tamaulipas son estructurales y direccionables según el acuerdo que se alcance. Algo similar sucede con Silvano Aureoles.

En la contienda que viene son más decisivos quienes conocen donde están sus adherentes y cómo llevarlos a votar a la casilla. Es el momento de la tierra más que de la percepción.

Otro detalle mencionado entre quienes escucharon a la senadora es que el acuerdo con Alejando Moreno Cárdenas y Santiago Creel va a ser complejo porque si bien ellos tienen pocas chances de ganar, sí tienen la posibilidad de que Xóchitl sea una vencedora muy estéril, con una cantidad de votos que decepcione.

En una elección normal la abstención es alta. En una interna, con casillas que están a kilómetros del votante como la que se desarrolla, la abstención puede ser un factor crítico.

Creel y Moreno Cárdenas pueden acordar con Gálvez pero el reparto de las posiciones de lista va a ser una prueba de ácido para una cohesión que vive horas bajas desde que la senadora advirtiera las supuestas irregularidades en la carga de las firmas.

En las oficinas del PRI, además, existe la tesis de que Gálvez no es la candidata arrasadora que retrata la prensa. Dudan que, ya sobre el padrón nacional, supere la barrera de los 30 puntos porque observan que en su mujer momento, el actual, en varios de los sondeos oscila en un 25% de las preferencias. Y en Morena alistan una elección de Estado.

Esto tiene algunos correlatos en diversos estados donde abundan los promotores de Gálvez. Por ejemplo, en Nuevo León, el ex gobernador Fernando Canales quiere ser candidato al senado con Gálvez de candidata presidencial pero se va a tomar su tiempo para definir, casi al límite de la inscripción ya entrado el 2024. Es entendible: quiere ver cuánto mide su amiga en diciembre de este año.

Otra creencia que habita tanto en el PRI como en la cúpula del PAN es que la candidata todavía no ha descartado del todo aspirar a gobernar la CDMX, donde sería un perfil de altísimo calibre. Una especie de Plan B en caso de no conseguir los acuerdos primordiales para la interna.

Xóchitl requiere una gran unidad opositora para terminar de mostrar músculo electoral pero la pregunta ineludible es cómo, y fundamentalmente quién, va a negociar el acuerdo cupular que permita presentarla como la ganadora indiscutible, como esa gran retadora que tuvo su presentación en la conferencia matutina de Andrés Manuel López Obrador.

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