16 de septiembre de 2024
“Despacio, despacio”, decían los socorristas el lunes mientras sacaban lentamente a un hombre entre trozos de concreto en la provincia turca que fue el epicentro de un devastador terremoto.
Con un collarín alrededor del cuello, el hombre descalzo fue colocado en una camilla. Los rescatistas en Pazarcik, en la provincia de Kahramanmaras, lo cargaron y se lo llevaron a toda prisa.
Fue uno de varios rescates que se llevaron a cabo mientras la oscuridad, la lluvia y el frío cubrían una región de Turquía y Siria que fue estremecida por un terremoto de magnitud 7,8. Horas después se registró un temblor de 7,5 a más de 100 kilómetros (60 millas) de distancia. Más de 4.000 personas murieron, y civiles se sumaron a los rescatistas en labores desesperadas en ambas naciones.
“¿Alguien puede escucharme?”, gritaban los rescatistas. En algunos lugares del sureste de Turquía se podían oír gritos que provenían de abajo de los edificios derrumbados.
Varias personas se agachaban para echar un vistazo debajo de un enorme pedazo de concreto que quedó un tanto levantado por varillas de acero. Entraban gateando una y otra vez para intentar llegar a los sobrevivientes, mientras las excavadoras retiraban escombros debajo.
En otra parte de la provincia de Kahramanmaras, los socorristas sacaron con vida a dos niños de entre los escombros. Uno fue recostado en una camilla sobre el suelo nevado. Los rescatistas pedían silencio a la multitud que trataba de ayudar con el fin de escuchar a los sobrevivientes y localizarlos.
Algunos salieron a salvo y luego esperaron a escuchar noticias sobre sus familiares.
“Mis dos nietos, mi nuera, siguen adentro. No han salido”, dijo Hasan Birbalta mientras esperaba cerca de un edificio derrumbado en el poblado de Pazarcik. Indicó que su nieta tiene 2 años y su nieto 6.

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