La desesperación de ciudadanos latinoamericanos multiplica el fenómeno, facilitado por las escasas restricciones estadounidenses a la hora de administrar las dosis. Sanitarios y personas de riesgo cuentan su experiencia.
El doctor mexicano Alejandro C. recibió “al fin” la vacuna contra la covid hace dos semanas. Se acercó caminando a las 8.00 hasta un recinto amplio y perfectamente señalizado, respondió unas preguntas sobre su estado de salud y a los cinco minutos le pusieron la primera dosis de Moderna. Lo único que le incomoda es que no fue en su país. Este traumatólogo y ortopedista privado de la ciudad de Guadalajara, en México, viajó hasta San Diego, en Estados Unidos, para inmunizarse, porque estaba “harto de esperar”. En México, los sanitarios del sector privado han quedado, en la mayoría de los casos, fuera de la campaña nacional de vacunación. No se les considera personal en la primera línea de atención contra la covid. “Llevo un año sorteando el coronavirus. Y no aguantaba más, trabajo con pacientes que no sé si están contagiados o no”, critica. “Me siento decepcionado con mi país”. La desesperación de muchos latinos y la laxitud con la que se administran las dosis en varios territorios de EE UU han activado lo que se conoce como “turismo vacunal”.
Carlos Gutiérrez, cardiólogo en el Hospital privado San Antonio de Guadalajara, en México, también se cansó de esperar a su país. El 23 de abril viajó con su mujer y su hijo a Texas, en Estados Unidos, y recibieron la primera dosis de Pfizer en una farmacia. Está ansioso por recibir la próxima. En el centro donde trabaja, el 24% del personal sanitario se ha contagiado de coronavirus. “Algunos han muerto y otros están graves. ¡Claro que los médicos privados estamos en peligro también! Uno no le pide una PCR al paciente antes de atenderlo”, espeta. “No es algo oscuro, me vacuné gracias a las políticas abiertas de Estados Unidos”, zanja por teléfono el doctor, de 47 años.
Ambos sanitarios veían venir esta situación, que les indigna. “Cuando México empezó a comprar vacunas ya preveía que no íbamos a tener el acceso, porque está completamente politizado”, explica por teléfono Alejandro C., que prefiere no dar su apellido por miedo a represalias.
Gutiérrez añade: “Sabíamos que no nos tendrían en cuenta”. Así que llevaban desde diciembre buscando un plan b. “Tengo amistades en California y en Texas y les dije que estuvieran atentos para ver cómo lo podía hacer”, narra el traumatólogo de 45 años. Un colega californiano le llamó hace poco más de un mes y le aseguró que ya lo podían hacer allí; y se encargó de conseguirle la cita en San Diego. “No he tenido síntomas ni dolores y fue muy fácil hacerlo. Era más rápido vacunarme en EE UU que esperar a que México me pinchara”, lamenta. El 20 de mayo debe ir a por la segunda dosis. “Lo que tengo claro es que me llevaré a mi mujer conmigo”, anticipa. “Los americanos seguirán permitiéndolo porque para ellos son ingresos; es turismo”.
Aunque muchos de los latinoamericanos temen tener problemas con su visado o con las autoridades estadounidenses, varios Estados promueven la “equidad en las campañas de inmunización”. En su lista de preguntas frecuentes, el Departamento de Salud Pública de Colorado lo expresa con claridad: “No necesitas ser ciudadano estadounidense ni demostrar que resides legalmente para obtener la vacuna contra la covid”. Y además, aseguran desde la página web: “Nunca compartiremos información con fines legales o de inmigración”. Desde el 29 de marzo, el único requisito en Texas es ser “mayor de 16 años”. Allí “no se pide residencia o ciudadanía para recibir una vacuna, ni un número de la seguridad social”. Y en Luisiana, desde hace un mes, tampoco. En al menos cinco Estados la residencia no es un requisito para esta inyección gratuita.
En esta excepción han visto una oportunidad las agencias y los portales de viajes, que ya lo ofrecen como paquete estrella. “Cita para vacunación, boleto aéreo ida y vuelta, alojamiento, alquiler de auto, seguro de viaje y asesoramiento”, por menos de 1.000 dólares —820 euros— desde Ciudad de Guatemala a EE UU. Otras compañías mexicanas ofrecen el paquete “vacúnate en Texas” desde 20.000 pesos, algo más de 800 euros. Este incluye los vuelos Aguascalientes-Dallas-Aguascalientes, tres noches de hospedaje en un hotel Hampton —con desayuno incluido— y traslados del aeropuerto al hotel.
Desde que empezó la pandemia, la principal preocupación de la psicóloga mexicana Ana, de 53 años, era la salud de su hijo diabético. “Aunque fuera un paciente de riesgo, en México no lo habrían vacunado hasta 2022, porque solo tiene 18 años”, cuenta por teléfono. Hace unos meses que le preguntó a su prima, que vive en Texas (Estados Unidos) si sería posible vacunarlo allí. “Ella me dijo que sí, que había mucha gente que lo hacía”, reconoce. Fue su prima la que rellenó un enlace con los datos básicos del hijo de la psicóloga mexicana hasta conseguir cita. “Se acababan tan rápido que tenía que intentarlo de madrugada”, matiza. El adolescente recibió la segunda dosis el 14 de abril en San Antonio, Texas.
“Sí, fuimos antes de que estuviera permitido, pero tenía que protegerle”, cuenta. Para ella, que aprovechó el viaje para vacunarse también, el proceso fue sencillo, pero caro. “Tuvimos que pagar ambos pasajes las dos veces, pero era un gasto necesario. Aunque él traía el sensor para demostrar que de verdad era diabético y toda nuestra documentación en regla, no nos pidieron nada. Solo la cita”. Esta madre dice entender el “dilema moral y la controversia” que puede generar viajar a Estados Unidos para vacunarse, pero asegura que habría esperado su turno “si no fuera un paciente de riesgo”.
“No lo pensamos dos veces”
El marido de Mónica Rovira, colombiana y residente en Ciudad de Guatemala, apenas lo dudó. Su trabajo implica viajar por varios países latinoamericanos y sobre todo a EE UU, porque tienen la sede allí. “Varios de mis amigos americanos me decían que ya les tocaba el turno y pensaba: ¡Pero si aquí no han vacunado ni a los viejitos!”, cuenta por teléfono. Hace poco más de un mes que convocaron a su esposo para una reunión en Phoenix y el organizador le sugirió vacunarse. “Evaluamos los pros y contras, al principio no sabíamos qué tan legal era, pero nos dimos cuenta de que sí se podía”, explica. “[Mi marido] dice que todo fue bien y que nunca le pidieron ni la documentación”.
En Guatemala, el acceso “limitado” a las vacunas y las trabas que provoca un sistema de registro individual están haciendo de la campaña de vacunación una carrera de obstáculos. Rovira no descarta ser la siguiente en viajar a Estados Unidos para recibir el pinchazo. Ni llevarse a sus padres. “Son pastores de la Iglesia y cada vez que visitan a alguien para llevar alimentos o celebrar un funeral les cuesta mantener la distancia social. Les abrazan, les lloran encima…”, cuenta preocupada. “Además, no tenemos la ciudadanía [guatemalteca] y tampoco sabemos muy bien qué va a pasar con nosotros. ¿Será que nos tengan en cuenta?”.
Con las mismas dudas, Andreína Arocha, gerente de marca caraqueña de 30 años, solo pudo viajar con su madre, dejando atrás a su padre y a su esposo, que no tienen visado. El 12 de abril recibió la primera dosis de Pfizer en Florida y la segunda cita el 4 de mayo. “La vacunación no se ve tan factible en mi país. No tenemos ni perspectiva de cuándo puede comenzar. Y es algo muy importante”, explica a través de un mensaje. Aunque se gastó 1.500 dólares en cada billete, asegura que se llevaría a toda la familia si pudiera. Lo mismo pensó el abogado colombiano Alberto (nombre ficticio), de 23 años: “No quería ser yo quien trajera el virus a mi casa. Mis padres tienen cierta edad y debilidades”, explica. Para él, viajar para recibir la inmunización es muy revelador: “Muestra la disparidad de los recursos entre países. Y cómo en un país están vacunando sin hacer apenas preguntas, mientras en otro no sabes si vas a poder recibirla”.
Fuente: El País.
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