18 de octubre de 2024

Inmenso! ¡Sensacional! ¡Fantástico! Se quedan cortos los adjetivos, tras la gran demostración de Egan Bernal, quien este domingo obtuvo el título del Giro de Italia 2021, después del tramo contrarreloj de 30 kilómetros, ganado por Filippo Ganna, que en el final.

Bernal parece estar encaminado a ser una leyenda. Ya ganó el Tour de Francia y ahora el Giro, se convirtió en el primer ciclista colombiano en conseguir el título de las dos carreras por etapas más importantes del mundo.

En el podio, en Milán, escuchó el himno nacional. Sus ojos se movían para todos los lados. Dijo que si bien estaba tranquilo, por dentro estaba que estallaba. No era para menos.

Luego de un año, 10 meses y dos días volvió a subirse al podio de una grande al imponerse la camiseta de campeón, tras ganar el Tour de Francia el 28 de julio del 2019.

Es inevitable no emocionarse, hay un nudo en la garganta que no ha desaparecido desde que el corredor del Ineos cruzó la línea de meta levantando los brazos en señal de victoria.

Y lo hizo a punta de ganas, sudor y hasta lágrimas, porque el pasado 16 de mayo, en la meta de Campo Felice, lloró cuando supo que era el nuevo portador de la camiseta rosada, minutos después de haber logrado su primera victoria de etapa de una carrera grande.

El hijo de Zipaquirá labró su destino. Empujó con todo, aceleró en las dos primeras semanas, sacó la diferencia y en la tercera parte de la competencia se dedicó a defender la distancia.

Obtuvo dos triunfos parciales, el ya señalado y en Cortina d’Ampezo, el 24 de mayo, día memorable, de frío, lluvia, nieve, piso mojado, jornada para nunca olvidar por el ataque fulminante en la montaña y el difícil descenso hacia la meta. De esas gestas que son normales ver en el Giro.

No hay duda, Egan fue el mejor, el más regular, el que fue más al ataque durante los 3.450 kilómetros de recorrido, tres semanas de ciclismo puro, sufrimiento y pedalazos en busca de la gloria.

Atrás quedaron las 21 etapas, de ellas siete con llegadas en alto, y las dos cronos, los 38 kilómetros al reloj que, como se pensó desde el arranque, no definieron nada, porque, como siempre sucede en el Giro, la montaña dicta sentencia.

Ineos corrió con mucha inteligencia. Gastó la mayoría de su munición en las dos primeras partes del Giro, con un Egan inmenso, atacante, volcado a la ofensiva, a veces hasta exagerando en el ritmo, pero eso le sirvió para machacar a sus rivales, quienes solo sacaron la cabeza en la semana final para tratar de ponerlo contra la pared, pero a esta altura de la carrera todo estaba controlado y Bernal tenía el título en el bolsillo.

Simon Yates fue el que lo puso en aprietos, pero se le acabó la gasolina y lo acompañó este domingo en el podio, un tercer lugar que parece un premio de consolación para el británico que, una vez más, intentó ir por el título y no pudo.

El segundo fue un Damiano Caruso que con su podio está más que satisfecho. Se vio en un buen momento, tras el abandono de su líder, Mikel Landa, por fractura de clavícula, y supo dosificar las fuerzas para que le alcanzara el tanque hasta el final.

Egan Bernal tuvo en su equipo al mejor aliado, pero Jhonatan Castroviejo y Daniel Martínez se dieron contra el mundo defendiéndole, llevándolo en coche, poniéndole el pecho a la brisa para que su líder no sufriera.

Aún está en la retina el gesto de Martínez en la jornada del miércoles pasado, cuando Egan sucumbía frente al paso fuerte de Yates, cedía y cedía segundos importantes, hundido en un mal momento de que no podía salir y minimizó el tiempo para no dejar acercar al británico del BikeExchange.

Esa vez, Martínez pasó de ser un gregario a un líder, le cantó en plena subida tres verdades a un Bernal que estaba grogui, a punto de caer a la lona, pero que gracias al impulso y el ánimo de su compatriota y fiel gregario se levantó de las cenizas y se defendió.

Colombia goza hoy con uno de sus hijos, el pedalista de 24 años que sigue labrando su camino, escribiendo su propia historia, esa que hasta ahora comienza y que a sus 24 años ya tiene dos supertítulos.

Es una victoria gigante, más grande que el Duomo di Milano, la catedral de la ciudad, que vio cómo Bernal, emocionado como todos los colombianos, se paralizó por lo que había hecho encima de su bicicleta, pedaleando con la misma pasión con la que afrontó la dura recuperación durante los últimos ocho meses.

Egan Arley Bernal dijo presente. Se paró de las cenizas y después de un año oscuro, para olvidar por los duros momentos que le ocasionaron los dolores de espalda, puede levantar la cabeza, volverse a sentir campeón y confirmar que nunca se ha ido, que esa parte negativa de su vida quedó atrás y que esas lágrimas en la llegada de Campo Felice, y que se le volvieron a salir este domingo en Milán, demuestran que a pesar de haber sido imbatible en este Giro, es un ser humano, que sufre, le duelen las piernas y goza con las victorias. ¡Salud, campeón!

EFE

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