La represión no cesa en el territorio colombiano contra los jóvenes que, en principio, salieron a las calles a protestar contra medidas económicas para precarizar cada vez más a los pobres.

Es imposible que quienes conocemos y amamos a Colombia no nos desgarre la situación y simpaticemos por este Paro Nacional que se prolonga sin que ceje el empeño de una juventud, harta de la oligarquía criolla heredada de la época colonial.

Esta juventud que es mutilada en eterno ciclo como si ese país amado viviera en un bucle que ha de sacrificar a sus jóvenes cada generación. Lo intenso de este Paro Nacional también hizo que los artistas de todas las ciudades colombianas (“sardinos” y veteranos) estén en la llamada Primera Línea apoyando y luchando codo con codo con los muchachos esperanzados en un cambio al que se resiste el duquismo-uribismo.

En palabras del director de la maestría en Escrituras Creativas de la Universidad Nacional, Carlos Zatizábal, “el alma colectiva democrática juvenil ha despertado a Colombia. La juventud ha entrado a la Historia. Y ella misma está haciendo el relato de su epopeya en todos los lenguajes: performances, batucadas, danzas, canciones, carteles, poemas, grafitis, murales, teatro, ollas comunitarias, marchas, barricadas, asambleas comunitarias, primeras líneas. […] y en la polifonía de lenguajes se siente un cambio cultural muy hondo: en las relaciones con la vida y con la muerte, con la naturaleza, con los géneros, con el poder, con los alimentos, con el amor…” (El Espectador, 31 de mayo de 2021).

Este país donde la oligarquía es la propiciadora del odio y de la cultura paramilitar que han fomentado y financiado, hoy los jóvenes rebautizan los lugares de la infamia o bien los de encuentro social y de poder para apropiárselos, para crear bibliotecas barriales, para llenarlos de teatro y poesía en un grito que exige Paz mientras los Señores de la Guerra (y el negocio que hay detrás), proclaman “la ilegalidad” de la juventud; coartada para mutilarla una vez más.

Fuente: Milenio

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